Y hay veces que uno no entiende.
Pero uno no se desentiende.
Mejor lo cuento.
Encuentro número 1-Jueves 18hs
Autopista San Luis -Merlo, señor que hace dedo a la salida de un pueblo, lo subimos. Señor trabaja en Vialidad provincial desde hace 34 años. Nosotros extraños en esa tierra, qué tal están las cosas por acá, y bueno, pensando en jubilarme ya, el sueldo ya no alcanza, antes ganábamos más o menos bien, pero ahora no alcanza y encima los viáticos tardan tres meses en pagarlos cuando los pagan, así que tengo que poner plata de mi bolsillo para moverme entre pueblo y pueblo; además no están tomando a nadie, ponen a gente del Plan que sale más barata, pero la gente del Plan no quiere trabajar, prefieren estar en el terrenito y cobrar el plan antes que trabajar. Así que las cosas están cada vez peor. Por suerte tenemos la casa de mi hija, con lo que cobre de jubilación ahí nos vamos a arreglar.
Encuentro número 2 - Viernes 14 hs
En el bello San Javier de Traslasierra, Córdoba, restaurant con jardín, tarde soleada de fin de invierno, vivas voces de atrás de nuestra mesa, que dicen por ejemplo entrar en San Luis es como entrar en Disneylandia, viste las autopistas que tienen, si hasta luces tienen, y decía el Adolfo usted compare lo que cuestan el km de nuestras autopistas con lo que cuesta un km hecho por Vialidad, esto cuesta mucho menos, y además lo hacen con la gente del Plan, que está perfecto, así esa gente recupera la cultura del trabajo, la verdad es que eso es lo que hay que hacer, así se hacen las cosas.
Glub. Dos versiones opuestas, 20 horas de diferencia entre una y otra. Eso sí. Ahora hacemos la transición que nos ubica. Este grupo de gente disfrutaba de una maravillosa comida, al solcito; en un momento el vocero que hablaba de San Luis/Disneylandia despotricó con su coro puntano-burgués contra algo del gobierno nacional (ahí desenchufamos un rato, sino nos iba a caer mal la humita en chala); para terminar, mientras se dirigía por entre las verdes praderas a su Honda CRV flamante, cristales tintados y sin chapa, proclama con amargura "y así estamos". ¿Cómo estamos? ¿Estamos? ¿Cómo se atreve?
Encuentro número 3 - sábado 15 hs
Recorrida del Museo Rocsen de Nono de la mano de su fundador Santiago Bouchon, 81 años y energías intactas. A la vista de un enterramiento comechingon localizado y reconstruido por él mismo nos cuenta algo que en realidad todos sabemos, que es que no hay realmente razas: todos somos genéticamente iguales. Sólo la especialización por el clima y la geografía nos dan un aspecto diferente, como quien se cambia de vestido. Nada más. En medio de esta explicación-alegato un completo desconocido se me acerca por detrás y me susurra al oído "preguntále de qué raza es Kirchner". Siento que algo se derrumba dentro mío, de la misma manera que lo haría el enterramiento comechingón que tengo delante si le quitara una piedra de las angulares. Y es así porque hay algo de locura absoluta en esta situación. Uno no puede contestar. Uno está en medio de un Museo extraordinario por muchos motivos, cuyo apasionado director lo viene levantando piedra a piedra desde hace décadas, en medio de la sierra y a la vista del cerro Champaquí himself, en un día maravilloso de fin de invierno. Y alguien, expuesto a los mismos estímulos (museo, apasionado director, Champaquí, clima, etc) no sólo es impermeable a los mismos sino que no puede evitar contaminar todo a su paso con su glifosato verbal/intestinal.
Y ahora que escribí esto último, acabo de caer: para ellos, somos las (malas)hierbas de este país: tenemos que ser glifosatados. Cada tanto nos saldrá uno como ése, herbicida en mano, exigiéndonos que "dialoguemos", o seremos glifosatados, como ya lo fuimos hace 33 años.
¿Y qué convierte a alguien que a priori es alguien que disfruta de la vida (sino cómo demonios llegó hasta ese lugar hermoso) en alguien que se arruina la vida y arruina la de los demás? (y tan encegecido que desconoce la simple aritmética de que tiene más de un 30% de posibilidades de cruzarse con alguien que le conteste mal)
Hay medios para hacerlo.
Encuentro número 2 - Viernes 14 hs
En el bello San Javier de Traslasierra, Córdoba, restaurant con jardín, tarde soleada de fin de invierno, vivas voces de atrás de nuestra mesa, que dicen por ejemplo entrar en San Luis es como entrar en Disneylandia, viste las autopistas que tienen, si hasta luces tienen, y decía el Adolfo usted compare lo que cuestan el km de nuestras autopistas con lo que cuesta un km hecho por Vialidad, esto cuesta mucho menos, y además lo hacen con la gente del Plan, que está perfecto, así esa gente recupera la cultura del trabajo, la verdad es que eso es lo que hay que hacer, así se hacen las cosas.
Glub. Dos versiones opuestas, 20 horas de diferencia entre una y otra. Eso sí. Ahora hacemos la transición que nos ubica. Este grupo de gente disfrutaba de una maravillosa comida, al solcito; en un momento el vocero que hablaba de San Luis/Disneylandia despotricó con su coro puntano-burgués contra algo del gobierno nacional (ahí desenchufamos un rato, sino nos iba a caer mal la humita en chala); para terminar, mientras se dirigía por entre las verdes praderas a su Honda CRV flamante, cristales tintados y sin chapa, proclama con amargura "y así estamos". ¿Cómo estamos? ¿Estamos? ¿Cómo se atreve?
Encuentro número 3 - sábado 15 hs
Recorrida del Museo Rocsen de Nono de la mano de su fundador Santiago Bouchon, 81 años y energías intactas. A la vista de un enterramiento comechingon localizado y reconstruido por él mismo nos cuenta algo que en realidad todos sabemos, que es que no hay realmente razas: todos somos genéticamente iguales. Sólo la especialización por el clima y la geografía nos dan un aspecto diferente, como quien se cambia de vestido. Nada más. En medio de esta explicación-alegato un completo desconocido se me acerca por detrás y me susurra al oído "preguntále de qué raza es Kirchner". Siento que algo se derrumba dentro mío, de la misma manera que lo haría el enterramiento comechingón que tengo delante si le quitara una piedra de las angulares. Y es así porque hay algo de locura absoluta en esta situación. Uno no puede contestar. Uno está en medio de un Museo extraordinario por muchos motivos, cuyo apasionado director lo viene levantando piedra a piedra desde hace décadas, en medio de la sierra y a la vista del cerro Champaquí himself, en un día maravilloso de fin de invierno. Y alguien, expuesto a los mismos estímulos (museo, apasionado director, Champaquí, clima, etc) no sólo es impermeable a los mismos sino que no puede evitar contaminar todo a su paso con su glifosato verbal/intestinal.
Y ahora que escribí esto último, acabo de caer: para ellos, somos las (malas)hierbas de este país: tenemos que ser glifosatados. Cada tanto nos saldrá uno como ése, herbicida en mano, exigiéndonos que "dialoguemos", o seremos glifosatados, como ya lo fuimos hace 33 años.
¿Y qué convierte a alguien que a priori es alguien que disfruta de la vida (sino cómo demonios llegó hasta ese lugar hermoso) en alguien que se arruina la vida y arruina la de los demás? (y tan encegecido que desconoce la simple aritmética de que tiene más de un 30% de posibilidades de cruzarse con alguien que le conteste mal)
Hay medios para hacerlo.